miércoles, 17 de julio de 2013

CAPÍTULO 4: La noche del parto




La cara de alegría de mi madre cinco minutos después del parto

   -"¡Qué follón!" pensaba yo el día que vine al mundo.

   Sin duda, ahí tenía televisión por cable (me río yo de la fibra óptica teniendo el cordón umbilical de mi madre), además tenía alimento continuo (y triturado que se come mejor), habitación individual y estaba fresquito en una piscina climatizada. Pero, como todo lo bueno se acaba... el día del parto llegó.

   No sé cómo contarlo... aquello parecía la montaña rusa infantil. Yo notaba cómo se movía y temblaba, eran las contracciones uterinas. Todos comenzamos a movernos y a ponernos en fila india en un túnel donde se veía una tenue luz al final: el mundo exterior. A lo lejos oía las voces alocadas de mis criadores nerviosos y tensos por el evento diciendo: "Venga Temi, venga bonita, empuja". ¡Qué salaos ellos ahí con los pompones y las pancartas de ánimo!

   En el momento de ponernos en marcha, mis hermanos y yo nos miramos y nos retamos. Con una sonrisa picarona y un guiño en el ojo les dije: “¡Pilladme si podéis, allá voooooy!”. Me lancé como una bala hacia la luz. Yo siempre he pensado: “ya que tengo que salir, lo hago a lo grande y el primero” (¡olé! quizás tenga alma de torero).

   Teddy, mi hermano más aventajado, quiso ganarme la delantera dos veces, pero yo había prestado mucha atención a mi criador y sus comentarios en los Grand Prix de motos. Al estilo Pedrosa, le cerré en dos curvas y seguí en delantera.

   Como era normal en mí, cuando le pasé le hice un gesto de sorna y le levanté el rabo todo lo recto que pude para dejarle claro quién era el primero.....y....seguí...y seguí....y ...llegué...... Ahí fuera me estaban esperando Carmen y Manu con sus muy profesionales guantes de látex.

   Después de todo eso, mi pobre madre, Artemisa de Oncetartessos, me quitó toda la pringue que llevaba y me lamió hasta dejarme espercojao (vocablo granadino, creo -soy un perro del mundo, se nota, ¿eh?). ¡Yo creo que me limpió hasta el DNI de tanto lengüetazo” y me dispuse a hacerme a la idea de todas las comodidades que había perdido.

   Con la contentura del momento todo eran fiestas, comentarios de halago (por ser el number one) y piropos por lo guapo que era. A los minutos vino Teddy. Se ve que tras verme salir aflojó el puño y se lo tomó con más calma. No obstante, hasta que llegaron Pippo (de culo el pobre) y la entrañable Cali, me dio tiempo casi a abrir los ojos :P

   Una vez que estábamos todos (¡vaya espera más larga!) me di cuenta de que estaba en un Resort Club Golf and SPA de esos que anuncian en la tele. Era una paridera de madera hecha a mano, con unos barrotes de seguridad y con gran comodidad. No me podía quejar. Del techo colgaba una luz roja y caliente (¡luego dirán que de mayor voy de discotecas...pero mira que poner eso nada empezar...! es una provocación). En una de las paredes estaba pintado a mano: Oncetartessos. Luego me contó Carmen que ella misma lo había pintado después de que Manu la construyera, son unos artistas.

   Este es el resumen de la noche del parto. Fue una experiencia de esas que sólo se vive una vez. ¡He obviado algunos detalles, pero había quedado a las 22.00h para socializar con mis amigos y ya voy pillao de tiempo!
   Bye Bye, Julay!

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