Mi Luxury Resort Golf and Spa***** |
La
historia de mi llegada y mi primera gran fiesta es un recuerdo emotivo y
amoroso que tengo a buen recaudo.
Como la
calma de un mar, ésta llega tras una gran tempestad. Antes de llegar a mi hogar
definitivo, tuve que salir de la que había sido mi casa durante exactamente 60
días, el Palacio Oncetartessos. La despedida fue algo rápida para mi gusto. Apenas sospechaba que cuando María me cogió entre sus arropadores brazos el destino sería un 4x4 gris plateado que ya conocía por mis viajes al veterinario. Eso sí, esa ruta era nueva, no nos detuvimos en la Clínica, precisamente. Tras un
viaje pequeño, nada comparado al confort de mi actual Varikennel, llegamos a un bloque de pisos donde residiría como un
príncipe hasta el presente día. No voy a negar el estrés del viaje, los
movimientos sexys de la carretera con las curvas, el estrés de muchos coches, ruidos y olores diferentes a los habituales, etc., pero todo mereció la pena cuando se abrió la puerta.
Lo
primero que pensé fue: ¡Qué bueno soy y qué culito tengo, guau! La pared estaba
llena de pancartas de colorines que no sabía leer, serpentinas que quería comer, globos que
quería explotar y al final del salón mi precioso chalet muy parecido a un Luxury Resort
Golf and Spa*****. Aquel precioso parque de larga estancia era enterito para mí ("para mí solo", matizo). Nada de compartir con aguafiestas hermanos. Mis cacas
serían las únicas que olería (lo siento, Cali, tus cacas olían, y olían
mucho… jejeje). Para completar aquello, tres juguetes me esperaban (un pequeño
Kong puppy, un mordedor con pinchos y un muñeco de trapo que simulaba un osito -en otro capítulo os contaré cuál fue el final del muñeco-). En una esquina estaba mi casa refugio, mi cueva, el Varikennel del que os hablé, grande y espacioso. Dentro, una preciosa camita toda mullida y con corazones rojos que invitaban a soñar con tetitas de la mami. No se podía olvidar mi
bebedero anti vuelcos regalo de Inma y Gabri, unos amigos de María "mu apañaos" (expresión granadina) y a los que me encanta hacer la pedicura. ¡Qué más podía pedir yo! ¡Ahhhhhh, síiiiii! Una alfombra para mis pipís de esas que filtran y no te mojas el culete. Qué chulada.
Mientras
yo inspeccionaba el lugar y hacía mis cositas en lugar seguro, mis criadores y
amigos y mis queridos dueños definitivos festejaban con jamón, queso y otras delicias
asturianas que me hacían segregar toneladas de insulina. La injusticia era cuando se levantaban para darme un mimo y lo único que yo quería era meterle un “ñasco” a
lo que había en la mesa… para que luego presumieran de que me entendían a la
primera, jeje.
Esta es una parte de mi primera entrada en aquel hogar. Detrás de todo eso lo que hubo fue mucho amor,
mucha planificación y la idea de tenerme como un señor Primpe.
Un lametón a tod@s. Gracias por leerme y hasta la próxima.